Después de trabajar durante 34 años al servicio del Ministerio de Obras Públicas (MOP), la asistente social jefe del Servicio de Bienestar de la Región de Arica y Parinacota, Graciela Sobrevilla Varas, la “Chelita” como le llamaban cariñosamente algunos funcionarios, decidió acogerse a retiro a fines de septiembre, para iniciar una nueva vida junto a su familia integrada por su marido, el ingeniero eléctrico Alfredo Bolomey, su hija odontóloga Carolina y su nieto Alejandro.
Ariqueña neta no quiso moverse nunca de estas tierras. Fue por eso que tras culminar sus estudios en la Universidad Católica del Norte, inició su vida laboral en esta ciudad a mediados de los setenta. Pasó primero por las distintas industrias locales, justo en la época de bonanza económica que tuvo la zona, gracias a un estatuto especial que la regía. Posteriormente, en septiembre de 1976 ingresó a la otrora y desaparecida Dirección de Obras Sanitarias, que pertenecía al MOP, donde tuvo que atender las necesidades de hasta 400 trabajadores de la institución y de los programas de empleo que manejaba la entidad.
Al dejar el MOP, Graciela fue despedida en dos encuentros de camaradería que le organizaron los trabajadores de Arica y los funcionarios de la Oficina Provincial de Vialidad en Putre.
-¿Cómo fueron estas tres décadas en el Ministerio?
-Me voy con pena, pero también con muchas satisfacciones de haber entregado lo mejor de mis conocimientos. Si bien he sentido que las cosas han cambiado en el transcurso del tiempo, no puedo dejar de sentir satisfacción por la ayuda que me tocó prestar, incluso, en casos muy difíciles donde hubo que asistir a familias por la pérdida de un hijo o de un papá o de una mamá.
Agradezco a todas las jefaturas la oportunidad que me dieron para entregar mis conocimientos y asistir a los funcionarios en sus distintas necesidades, incluso en situaciones muy precarias donde, sin un peso, tuve que poner mi nombre en garantía ante médicos para que los atendieran.
-¿Prefiere que la llamen “visitadora” o asistente?
-Claro que me quedo con lo de “visitadora”, pues esa es la formación antigua que muchas tuvimos, pues cumplíamos justamente ese rol, visitando los hogares para saber de las necesidades de nuestros funcionarios. Esa más, los asistíamos aconsejándolos sobre cómo debía ser su presupuesto familiar para que progresaran. Hoy me alegra que muchos de ellos tomaran esos consejos.
-¿Cuál de esos momentos difíciles recuerda con mayor nitidez?
-Tuve que ver todo el proceso de un funcionario cuya señora falleció y quedó con tres hijos muy pequeños, los cuales al morir su madre me empezaron a llamar “mamá”. Fue muy duro, porque a ese funcionario le tocó vivir un doble duelo, pues luego murió también una de sus hijas, lo cual fue muy demoledor.
-¿Qué cambios tuvo que enfrentar en estos 30 años?
-El más importante es la creación del Servicio de Bienestar a partir de los ochenta. Yo inicié mis labores en la Dirección de Obras Sanitarias y luego el Ministerio inició una transformación que significó acoger al total de los funcionarios y mi asunción como jefa del Servicio de Bienestar para Arica y Parinacota, asociada a la Dirección General de Obras Públicas (DGOP). También ese proceso significó incorporar la prestación de beneficios como la bonificación de bonos de salud y la fiscalización de las salas cunas, entre otras actividades.
-¿Cómo será su nueva vida?
-Hace un tiempo comenzamos a construir con mi marido una casa en el poblado de San Miguel de Azapa. Me estoy preparando para trasladarme de la ciudad a ese sector, donde tenemos amistades, la gente de la iglesia, y desde donde espero también aportar con lo que sé, porque siempre que la gente sabe que hay una asistente social en el vecindario, recurre a ti. También seguiré ligada a las actividades del Rotary Club, desde donde hacemos una labor social junto a mi marido desde hace muchos años, y no dejaré mi pasión de radioaficionada en el Radio Club Arica.